lunes, 12 de enero de 2009

LA IMPREVISIÓN, EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA

El incendio de un supermercado ubicado en el mercado central de Luque fue de tal envergadura que pudiera haberse repetido la tragedia de Ykua Bolaños. Por milagro la gente pudo escapar pero el supermercado quedo convertido en pavesas. Días después, otro negocio en el mercado 4 de Petirossi, también se incendió, en medio de otras casillas que pudieran haberse prendido todo el mercado. Un incendio de grandes proporciones, que por suerte pudo ser controlado.

¿Porque se incendian lugares públicos que debieran haber tenido una gran protección contra incendios y otras protecciones en cuanto que en ellos se aglutina una enorme cantidad de ciudadanos para hacer sus compras? ¿Por qué no se respetan las normas municipales dictadas para el efecto con el objetivo de proteger al ciudadano? ¿Por qué la ciudadanía no protesta cuando se percibe que los lugares no son seguros? ¿Por qué las autoridades no clausuran locales que no tienen la suficiente seguridad? ¿Es que la gente, realmente percibe el peligro?

Todo pareciera señalar que la falta de previsión contra el peligro es parte de nuestra cultura, de nuestra vida cotidiana. De otra manera no se explica que la gente siga viajando en motos sin ningún casco protector, pero aún cuando viajan toda una familia, con sus pequeños a cuesta en estos vehículos que de por sí no tienen ninguna protección. Pero lo mismo pasa con los artefactos hogareños, hacemos uso de ellos sin ninguna atención para su manipulación, inclusive elementos inflamables como las garrafas de gas o las instalaciones eléctricas.

Actuamos con el slogan condicionante, peicha, peicha, suerte raicha. Es decir que desafiamos en forma permanente a la suerte, de que no nos suceda nada malo. No prevemos nada, todo dejamos al azar, planteando que “A lo mejor a nosotros no nos toca”.

¿De dónde vendrá esa forma de concebir la vida? ¿Será que la naturaleza es tan pródiga con nosotros que no prevemos nada para el mañana? ¿Será que esa manera de vivir nos viene de la cultura de nuestros antepasados, los guaraníes, que eran recolectores. Estos vivían al día. Lo que recogían, cazaban o pescaban en el día era su consumo diario?. Esta manera de ser paraguayo de no prever las cosas no es una cuestión de ahora sino fue nuestro sino, nuestra manera de ser, nuestro teko. Por lo que uno calcula que tiene origen guaraní. Es sabido que los remanentes culturales del tiempo pasado, aunque desaparezca las condiciones materiales que lo condicionaron, sigue presente aún siglos después. El carácter alemán, por citar un ejemplo, si bien se fue procesando con el correr del los siglos, mucho tiene de los ancestros suyos que conquistaron Europa y luego derrotaron a los romanos. O la sociedad española, que hoy muestra una diversidad de idiomas y costumbres locales es producto de la mezcla de nativos lugareños con las diferentes ocupaciones de naciones como los celtas, los árabes, los fenicios, etc. Hoy España a pesar de ser un solo estado muestra un mosaico de naciones, todas originadas en el pasado. Por eso no sería extraño que la cultura, de una sociedad, como la guaranítica, de la que descendemos, todavía su cosmovisión del mundo este presente en nuestra propia cosmovisión y nuestra propia práctica de vida de hoy, aún cuando haya cambiado absolutamente toda la vida material que motivó esa forma de pensar y mirar el mundo. En cierta forma todavía nos comportamos como recolectores y no como productores que previenen el futuro, y aseguran su porvenir. Prevenir, calcular, sopesar el peligro es la contribución de la sociedad moderna. En alguna parte de nuestra formación social todavía somos pre-lógicos. Por ello hay un comportamiento casi suicida de nuestra cosmovisión de peicha, peichante, suerte raincha. Ojala que no suceda otra tragedia como la de Ykua Bolaños para aprender a prevenir.

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