lunes, 12 de enero de 2009

El Bicentenario, una muerte anunciada

La conmemoración del Bicentenario de la Independencia Nacional anda como la novela la novela La Muerte Anunciada de Gabriel García Marques, en que en el transcurrir de la historia todo anuncia que la muerte coronará al personaje central de la novela. Aquí también, en nuestro país, la conmemoración del Bicentenario pareciera jalonarse de un proceso de dejadez y de atonía. Todos los países del continente, desde hace años, ya viven el proceso de la conmemoración y no como una cuestión festiva sino como política de estado tendiente a recrear el estado y la sociedad de sus respectivas naciones de cara al siglo XXI.

En nuestro país, lo único que existe, es la idea de alguna conmemoración. El Estado sigue ausente en los preparativos, a no ser de la Ley, que ya fue redactada y promulgada a destiempo, que crea la Comisión del Bicentenario, integrada por los presidente de los tres poderes del Estado e instituciones públicas y sociales además de connotados intelectuales paraguayos.

Nicanor Duarte Frutos, siendo presidente de la República, no quiso asumir compromiso alguno con el Bicentenario. Lo consideró una actividad menor de su gobierno y dejo morir la oportunidad de hacer una cosa seria, que pudiera hacer historia. La Cámara de Senadores, a petición de individualidades civiles, aprobó una Ley que creaba la Comisión del Bicentenario pero recién el Presidente Lugo lo promulgó. Esta Comisión de carácter estatal, cuyo presidente es el Presidente de la República, necesita de un presupuesto para que pueda funcionar. A la Cámara de Senadores, al parecer como proceden, la conmemoración de los 200 años de vida independiente lo considera una cuestión baladí, ya que acaba de dejarlo casi sin presupuesto. De los 14 mil millones que tenía esta Comisión para el año 2009, se quedó con 2 mil millones, es decir, nada.

Uno se pregunta si nuestros señores senadores tienen la más mínima comprensión de lo que supone la soberanía paraguaya, la esencia misma de la vida de una nación, libre e independiente. De otra forma no se comprende este cuasi asesinato a la misma conmemoración de tan magna fecha. Pareciera que pudiera repetirse lo del centenario en 1911, que no pudimos conmemorar porque estamos en permanente luchas armadas y el presidente era el díscolo Cnel. Jara.

Uno pudiera pensar que este descuento sideral al presupuesto a la conmemoración, no es más que, el resultado de la vaciedad de cosmovisión de toda la sociedad en su conjunto. La dictadura con su falso nacionalismo mató el patriotismo de la mente paraguaya. Los funcionarios del gobierno, incluido los electos, como los senadores y diputados, en su gran mayoría, son productos directos de esa cosmogonía impuesta por la dictadura, vivas la Paraguay pero nada concreto para fortalecer al país. Los partidos políticos, que debieren ser los abanderados de esta cuestión, están en sus propias cuitas, sin diferenciar lo esencial de lo superfluo. La conmoración del bicentenario era una oportunidad único para reformular nuestra forma de estado, para planificar las grandes obras necesarias, llegar a reencontrarnos todos alrededor del altar de la Patria para determinar políticas de estado que pudieran sacarnos de la crisis, la de rescatar nuestra propia historia y nuestra identidad particular como nación, la de crear la generación bicentenario con sentido de patria. Sin embargo estamos matando el presente y el futuro al desoír el reclamo de una conmemoración digna de los 200 años, que somos un estado independiente en el concierto de las naciones.

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