lunes, 27 de abril de 2009

El caudillismo social

Las dos últimas semanas la capital ha sido invadida literalmente por hordas muy violentas de movimientos sociales, unos los “sin techo” que reclamaban del gobierno la continuación del programa de subsidio a los mismos a través del método de transferencias de dinero constante y sonante a sus líderes para que éstos pudieran adquirir viviendas a los ocupantes de terrenos ajenos. O el grupo de cultivadores de sésamo, liderado por Elvio Benítez, una persona que ha recibido, año tras año, en el pasado, multimillonarias transferencias del estado sin que la situación de los supuestos beneficiaros hayan mejorado su situación pobreza, está demandando esta vez un subsidio de 8 millones de dólares para su grupo, no a cada uno de los danificados sino a sus líder en representación suya.

La emergencia de estos cabecillas que aglutinan a su alrededor a gente desamparada tiene mucho de parecido, aunque de ninguna manera son iguales, a los caudillos del viejo tiempo. El caudillo tradicional otorgaba protección a sus seguidores, concedía trabajo en sus estancias, intervenía en la justicia para liberarle de las prisiones y le conseguía trabajo y hacía gestiones en los hospitales públicos para que sean atendidas su gente, organizaba milicias para las guerras intestinas y aseguraba a sus seguidores una repartición del producto de la rapiña de las casas y comercios de sus enemigos. En contraparte, el individuo y su familia seguían absolutamente bajo la voluntad del caudillo, cumplía al pie de la letra sus órdenes. El caudillo asumía la voz y la representación de sus partidarios.

Con la democracia emergió una sociedad civil mucho más crítica y civilizada agotándose ese sistema político, pero extrañamente emerge en sectores sociales con menor conciencia ciudadana un caudillismo de nuevo tipo. La diferencia es que los actuales no tienen recursos propios para distribuir ni atienden las necesidades de sus gentes, al contrario los explotan en forma individual cobrando cánones, en el caso de los sin techos para ser parte de las ocupaciones y las utilizan para presionar a los gobiernos de turnos para conseguir multimillonarias sumas de dinero sin ninguna rendición de cuentas. Es una forma de bandidismo disfrazado que explota a sus seguidores y al estado. Desde el año 2000, las administraciones de los presidentes Luis González Machi y Nicanor Duarte Frutos utilizaron este mecanismo para acallar las demandas sociales de varios sectores de la sociedad, corrompían a los líderes con transferencias estatales de recursos sin ningún control. El Estado no se puede seguir alimentando el liderazgo mesiánico-comercial de estos líderes. El gobierno de Fernando Lugo tiene que beneficiar directamente a la gente, sin ninguna intermediación. Al gobierno actual le llegó la hora de demostrar, con actos precisos, el cambio que propugna.
Día de emisión 3 de abril de 2009